domingo, 28 de febrero de 2010

DEPRESIVO OPTIMISTA

Esto de estar deprimido me está empezando a resultar gracioso. Tal vez sea un avance. Quizás sea un retroceso. También es probable que se me haya secado el cerebro y que tanto beber una gaseosa como perder una pieza dental, me resulte igual de indiferente.

El encuentro con esta mujer hizo replantearme mis problemas. ¿Qué intentaba tapar con esas gafas de sol? ¿Sentía vergüenza de una marca? ¿Sentía vergüenza de una lágrima? ¿Realmente creía que no iba a reconocer un elefante porque tenía puestas unas enormes gafas de sol?

Me alegré mucho. Me alegré de no ser feliz. De no querer serlo. De no querer mostrarlo. De sacar a pasear mis elefantes a diario para que caguen. De que los vean. De que me vean con mis elefantes. De que se rían de mí. De que la gente quiera sacarse fotos con ellos, mis elefantes. Con ellos y con sus propios elefantes, para hacerlos parecer más pequeños.

Me siento poderoso. Tengo un don. Mil problemas y un don. Un don que da al que lo tiene la capacidad de enfrentar mil problemas.

Tengo 30 años. Estoy desempleado. Estoy soltero. Estoy sucio. Estoy gordo. Estoy insomne. Estoy agorafóbico. Estoy dispuesto a darle a cualquiera sea me la pida, una foto de mi cara tamaño natural. Para que ponga en el espejo del baño a la altura de su propia cara. Y pueda empezar cada día sintiendo pena por mí, juzgando. O simplemente lanzándome su mejor carcajada.


sábado, 27 de febrero de 2010

COMO ESCONDER UN ELEFANTE EN UN TARRO DE MERMELADA

No soy antipático. Tampoco veo bien de lejos. Me gritó para llamar mi atención. Hice foco en una mujer alta, de caderas anchas y con un par de tetas que bajo ningún concepto la naturaleza le daría a una mujer de su edad. La reconocí por su cuerpo dado que unas gafas de sol enormes le tapaban una parte considerable de la cara.

Respondí “como puedo” cuando me preguntó como estaba. Me costaba hablarle a una persona con prácticamente una máscara de soldar cubriéndole la cara. No había sol. No había reflejo. No había justificante para ese accesorio.

Le pregunté por ella. Por su vida. Con mucha cautela indagué si seguía en pareja con el mismo tipo que hace dos años, el tiempo aproximado que estuve sin verla. Me dijo que si. Me dijo que estaba enamorada. Que estaba orgullosa de haber cambiado tanto a una persona. Que era feliz. Yo no podía dejar odiarla por quedarse atrás de esos cristales polarizados.

Me empezó a contar que su hermana tenía problemas de adicciones. Me habló de cómo una amiga que tenemos en común quedó deliberadamente embarazada para que su novio no la dejase. Me tuve que enterar además que su ex novio enloqueció y abandonó una carrera impecable como ingeniero para vender artesanías en una feria.

Un hombre atolondrado le golpea la espalda. Instintivamente ella se aferra a la cartera. En ese movimiento tan raudo, sus infames lentes se caen. Ambos nos agachamos a buscarlos. A pesar de su intento de esquivarme la miré a los ojos. Sonrió forzosa. Avergonzada. Ya con los lentes puestos otra vez y la voz entrecortada me dijo que le había encantado verme. Me deseó una vida mejor y siguió caminando.

Y dejando a un lado su desgracia, que considero una de las peores atrocidades de la humanidad, yo fui feliz.

viernes, 26 de febrero de 2010

¿A QUIEN TE COGERIAS?

Por el mero hecho de ser una persona tengo más problemas que soluciones. Y pienso más de lo que hago. Ergo: me molestan en proporciones superlativas las preguntas del tipo: “Qué harías si fueras…”. No se que hacer siendo una persona, no voy a derivar energía a evaluar mis acciones si fuese presidente, un ganso o Liza Minelli.

Habiendo corrido el alcohol, los carteles indicadores se tornan difusos y las situaciones van y vienen sin saber a donde, metiéndose mal en las rotondas, sin luz de giro y a veces de contramano. Ella quedó sola frente a cinco hombres.

Ella es especial. Su cabeza es especial. Sus curvas son especiales. Sus rulos son especiales. Sus lentes son especiales. En el medio de una conversación trivial, mientras rozaba sutilmente su teta izquierda con la cara interna del antebrazo lanzó la pregunta: “Si te tuvieses que acostar con un tipo, ¿a quién te cogerías?”.

Con esa pregunta de mierda nos puso a prueba. El que fue tildado de homofóbico grito ninguno. Al que dijo Brad Pitt se lo coronó como al más macho. También aprobó quien nombrase a Jagger, por original.

No me cogería a Jagger. Decir Brad Pitt es un cliché casi tan empalagoso como la quinceañera vomitando en su baño en suite. Empecé a pensar en muchos hombres que no podía nombrar porque implicaría mi exilio permanente. El muchacho que estaba al lado mío parecía haber caído en un coma profundo por lo que indefectiblemente tenía que responder. Tenía que responder rápido algo que ella considerase correcto.

Brad Pitt. El que ya lo había marcado con su orina me grito que no valía. Ella dio pie para que me explicase.

Cuando empecemos a transpirar voy a cerrar los ojos. Voy a lamerle el cuello. Y me voy a estar montando un trío con Jennifer Aniston y Angelina Jolie.

Ella me miró y sonrió. Creo que se sonrojó un poco. Pero me aprobó.

jueves, 25 de febrero de 2010

HORARIO EGOISTA

Me suena el celular a las 8 de la mañana. Estaba despierto, de no haberlo estado igual me hubiese despertado. Perdí hace años el sueño pesado y a lo que vengo padeciendo los últimos meses no se lo puede llamar dormir.

Sabía que R. me iba a volver a llamar, aunque luego de mi negativa a subir a su departamento días atrás, no imagine que sería tan pronto. Mensaje de texto. Propuesta de hacer algo a la noche.

Normalmente a esta hora yo estaría durmiendo. R. lo sabe. ¿Por qué manda un texto a las 8 de la mañana? Un programa a la noche en el segundo día de llevar a cabo mi plan de reorganización de sueño sería contraproducente. Necesito acostarme temprano. Respondo a su texto proponiendo el horario de las 19 horas.

Podría haber esperado a su horario de almuerzo y mandarme el mensaje a esa hora en lugar de mandarme el mensaje a las 8 y despertarme. No lo hizo. Pero no lo sabe. El nuevo mensaje aclara que su horario de salida es a las 18 horas.

Si propuse las 19 horas, ¿Por qué tiene que proponer las 18? Estoy libre. Pero no lo sabe. Mi segundo texto reivindica el horario de las 19. Es muy posible que me quede más cómodo el otro horario. Pero no se lo voy a decir.

El último mensaje que me va a mandar reza que me espera a las 18 en la esquina de su trabajo. Son las 8 y media. Ya apagó el celular y no lo va a prender hasta el horario de almuerzo. Me indigno. Respondo dos letras: OK.

miércoles, 24 de febrero de 2010

SUEÑO CON GALLINAS

Estoy corriendo desesperado. Mi ropa delataría haber caminado bajo una lluvia torrencial, pero es sudor. Hace muchísimo calor. Estoy agitado al punto de casi no poder respirar. Me duelen los pies, las piernas, el pecho. Correr en la arena es un suplicio interesante.

Adelante mío corre una mujer rubia de pelo muy largo. Flaca. Alta. Parece estar buenísima pero no logro verle la cara, a pesar de ello, me atrevo a decir que es Mónica Ayos. Verla correr debería ser inspirador, excitante. En cambio es angustiante, porque esta huyendo, desesperada, corre conciente de que no va a poder hacerlo por mucho más tiempo y eso la desestabiliza.

Pienso acerca de lo que puede estar asustando a Mónica. Me detengo. Soy yo. Yo estoy corriendo detrás de ella. Mónica Ayos está huyendo de mí. Freno. Porque no quiero asustarla. Y porque estoy realmente muy cansado. Ella también lo hace, y me mira con una expresión de horror que jamás había visto en nadie: ¡No frenes! Fue lo único que me dijo, y siguió corriendo.

No la entendí. Me di vuelta y miré hacia atrás. Miles y miles de gallinas corrían hacia nosotros. Gallinas blancas. Impecablemente limpias, prolijas. Picos anaranjados y crestas rojas que contrastaban con el blanco de sus plumajes. Las gallinas se acercaban rápido, eran miles.

Intento correr nuevamente pero el cuerpo no me responde. A mi derecha el río. A mi izquierda una selva de aspecto impenetrable. Yo me desesperaba y las gallinas se acercaban más y más. Cierro los ojos. Ellas me esquivan. Algunas me rozan con las plumas. Dos o tres me chocaron poniendo en jaque mi estabilidad, pero sin hacerme caer. Pasaron todas.

Me desperté de un salto. Con taquicardia. Con mucha sed. Eran las 4:35 am y no pude volver a dormirme por el resto de la noche.

martes, 23 de febrero de 2010

REHAB PARA UNA CAMA

Me levanté temprano. No me despierto porque jamás me dormí. Hace meses dejé de dormir. Lo hago en periodos cortos, cada tanto y nunca de noche. Quiero dormir de noche. Quiero dormir 8 horas sin despertarme. Quiero reconciliarme con mi cama. Por eso hoy me levanté temprano y no pienso acercarme a ella en todo el día por mucho que lo desee.

Voy a estar despierto. Voy a comer en la mesa. Voy a mirar tele en mi sillón plegable. Voy a usar la computadora en el mármol de la cocina. Voy a fumar en el balcón. Y voy a pensar en el baño, con la puerta cerrada, mientras me asfixio y se me ponen los ojos vidriosos por el olor a mierda que emana de la rejilla.

Ella lo merece. Porque es grande. Porque es cómoda. Necesita desintoxicarse.

Abrí todas las ventanas de la casa. Junté toda la ropa sucia a su alrededor y guardé todas mis zapatillas en el armario. La desnudé. Saqué el colchón al balcón y barrí. Y limpié el piso. Y la vestí elegante. Prendí una vela aromática que R. había dejado una vez que le presté el departamento y bajé la persiana hasta la mitad, para que no le de tanto el sol. Me quedé apoyado al marco de la puerta del dormitorio mirándola por horas.

Cuando el sol bajó fui a la cocina y me prepare una ensalada. Mientras, chequeaba los mails desde mi portátil apoyado en la barra americana. Después cené en la mesa. Después fumé un cigarrillo en el balcón. Después me di una ducha. Después me acosté. Y apagué la vela. Y mojé el pabilo con saliva, por las dudas.

lunes, 22 de febrero de 2010

DONDE HABITA UN OSO PANDA

La detesto, pero no se me ocurre nada más práctico y pedagógico para graficar la naturaleza adaptativa del ser humano que la parábola de la rana hervida. Mi nariz había sido sumergida en una cacerola de agua fría, que luego alguien puso a fuego lento sobre una hornalla.

El ritual para entrar a mi casa siempre es el mismo: 1) Bajar del ascensor. 2) Verificar que ningún psicópata peligroso me esté esperando en la escalera de incendios. 3) Cerrar el ascensor. 4) Abrir la puerta y entrar. 5) Cerrar la puerta raudamente y trabarla con un pie. 6) Cerrar con llave.

No fue necesario culminar el paso 4 para que el procedimiento en un todo colapse. Al mismo tiempo que entraba al departamento mi nariz saltaba de mi cara como la rana de la parábola al rozar el agua a cien grados.

Por primera vez sentí olor con la piel. Con los ojos y el estómago. Con la nariz. El ambiente era espeso, húmedo. En el charco que habían dejado las bolsas de basura junto a la puerta del living olía a una mezcla de fruta fermentada y yerba húmeda. Por la rejilla del baño emanaba olor a mierda y mi colchón no paraba de reprocharme haber estado sin bañarme durante todos esos días que la temperatura no bajó de los 35 grados. Intenté refugiarme en la heladera pero me expulsó con su olor a manteca rancia.

Abrí todas las ventanas. Incluida la del baño, una muy chiquita por donde se suelen meter murciélagos. Abrí las puertas. Incluida la de la heladera. Y la del departamento. Me fui a fumar un cigarrillo a la escalera de incendios.

Pensé mucho como describir esa combinación de olores. Un zoológico. Una jaula. Un campo de concentración. La casa de Elton John. Creo que lo que más se le acerca, es el olor que siente un oso Panda en el preciso instante en que la bala del cazador le atraviesa el cráneo.

domingo, 21 de febrero de 2010

QUE HAY SI USO BOXERS?!

No me gustan las películas de amor. No me gusta el cine que no respeta el cine. No me gustan los actores carilindos. No me gusta que me hablen durante la película. No me gusta la gente que come en el cine. No me gustan las parejas que tienen sexo en el cine. No me gusta no elegir que película voy a ver. Odié “Día de los enamorados”.

La noche está linda. Hasta parece haberse secado la humedad. Vamos a volvernos caminando del cine. Porque nuestras casas están a metros de distancia una de la otra. Porque el cine esta a pocas cuadras de nuestras casas. Porque la noche está linda y caminar me gusta.

En cinco cuadras descubro que las conversaciones de ascensor no respetan límites de tiempo y espacio, se infiltran en lugares insospechados y pueden extenderse indefinidamente. A veces caminamos a la par. Por momentos yo voy unos pasos delante, o detrás, según. Nunca de la mano. No se si le molesta. No se la pedí. No me la pidió.

Se para en una vidriera. No me interesa saber que está mirando, yo se que mañana cuando me levante voy a volver a ese negocio a comprarme calzoncillos. Con un tonito pedante que me exasperó lo suficiente me dice: “Quién puede comprarse esos boxers, no se me ocurre nada menos erótico”.

Me dejó de gustar caminar. Empezó a hacer calor y la humedad subió de cero a cien antes de que termine de decir “erótico”. La noche se tornó asfixiante. Seguimos caminando las seis o siete cuadras que quedaban, creo, no podía contarlas. Tenía puestos unos muy parecidos. Azules en lugar de verdes. Con sapos en lugar de perros. Y mientras tanto el sudor.

Deje por completo de prestarle atención a la conversación de ascensor. ¿Qué era lo que no le gustaba de mis calzoncillos? ¿Qué eran cómodos? ¿Qué no desteñían? ¿Qué hacen que un cuerpo como el mío no se vea tan ridículo como se vería en un boxer de algodón? (ni hablar de un slip).

A metros de su puerta ya había tomado una decisión. Este era yo, y uso boxer, y no me importa lo que opine nadie. Me pregunta si quiero subir. Le contesto que mañana me tengo que levantar muy temprano. Nos despedimos con un beso en la mejilla.

sábado, 20 de febrero de 2010

¿QUE ME ESTA FALTANDO?

Decir que necesito conseguir un trabajo sería quedarse en lo obvio. Inclinarse por que lo que me urge es encontrar el amor sería cursi e irreal. Necesito una zanahoria que me haga, como mínimo, levantarme de la cama y cambiarme los calzoncillos.

Para evitar decidir entre mis alternativas me pongo a explorar diferentes métodos para poder tomar una decisión efectiva. Pasa la cantidad suficiente de horas como para que no suene tan absurdo dejar que una moneda al aire decida cual va a ser mi meta en el plazo inmediato.

Me pongo a pensar otra vez, con lo peligroso que es pensar y lo mal que hace. Me veo reflejado en el ventanal que da a un pequeño balcón en mi habitación. Siempre tuve la certeza de que veo mucho mejor que otra gente, aún con la visibilidad del ojo izquierdo reducida en un 50%. Mi reflejo en la ventana. Soy la conjunción perfectamente equilibrada entre la maja de Goya y una víctima de accidente de tránsito, pero de ciudad, tranqui. Tengo ojeras y una barba de 5 días que me gusta. Tengo panza, porque soy un hombre y los hombres tienen panza, y pelo en el pecho. Tengo una mirada tierna pero pornográfica. Me río perverso. Me estoy seduciendo desde la ventana y me gusto.

Me caliento y me siento incómodo. Me asusto. Me voy a ir a bañar. Y a cambiar las sábanas. Y cuando baje a llevar la ropa al lavadero voy a sacar las veinte bolsas de basura que tengo apiramidadas en mi living al contenedor de la calle.

Hoy hubiese salido de noche

Alrededor de las 4 de la tarde, la voz de Raphael cantando en mi cabeza "Hoy para mi es un día especial, hoy saldré por la noche..." anulaba cualquier otro intento de pensamiento. Siendo las 00hs ya del sábado se podría decir que el contínuo entre pensamiento y acción fue brutalmente masacrado por las fuerzas de la naturaleza que me llevan, una vez más, a mi ya clásica rutina de mirar el techo de mi habitación mientras transmuto poco a poco hasta convertirme en una gran gota de sudor.
Hoy hubiese tenido una fiesta de cumpleaños, a la que seguramente fui invitado por error. Hoy hubiese salido de mi casa por primera vez en varios días. Hoy hubiese bebido. Hoy hubieseme reencontrado con gente que no veo hace tiempo, y a la que pasará mucho tiempo hasta que vuelva a ver, si es que vuelvo a hacerlo. Me hubiese animado a bailar. Hubiese hablado con chicos. Hubiese hablado con chicas. Hubiese si no hubiese caido tanta agua.
El plan B no es bueno. Porque estoy solo. Porque estoy solo y no tengo sueño. Y pienso. Y pensar no es bueno. En especial cuando empiezan las preguntas que van desde las más básicas: "Como es que pude apilar tantas bolsas de basura y botellas de coca light en el medio de mi living" hasta las de naturaleza más compleja: "Cuando me empezó a dar lo mismo el viernes a las 00hs y el martes a las 14?". Después el drama de ver que desde que empecé a lavarme la cabeza con jabón una vez que se me terminaron las muestras gratis de champú que empecé a usar cuando la botella de Plusbelle estuvo vacía, mi pelo, que se cae a mechones, está reseco y sin vida.
Quiero cambiar. Quiero pertenecer a la gran masa de gente única. Una mierda que a esta hora no haya ópticas abiertas para ir a comprarme unos lentes de marco ancho. Abro un blog.