domingo, 21 de febrero de 2010

QUE HAY SI USO BOXERS?!

No me gustan las películas de amor. No me gusta el cine que no respeta el cine. No me gustan los actores carilindos. No me gusta que me hablen durante la película. No me gusta la gente que come en el cine. No me gustan las parejas que tienen sexo en el cine. No me gusta no elegir que película voy a ver. Odié “Día de los enamorados”.

La noche está linda. Hasta parece haberse secado la humedad. Vamos a volvernos caminando del cine. Porque nuestras casas están a metros de distancia una de la otra. Porque el cine esta a pocas cuadras de nuestras casas. Porque la noche está linda y caminar me gusta.

En cinco cuadras descubro que las conversaciones de ascensor no respetan límites de tiempo y espacio, se infiltran en lugares insospechados y pueden extenderse indefinidamente. A veces caminamos a la par. Por momentos yo voy unos pasos delante, o detrás, según. Nunca de la mano. No se si le molesta. No se la pedí. No me la pidió.

Se para en una vidriera. No me interesa saber que está mirando, yo se que mañana cuando me levante voy a volver a ese negocio a comprarme calzoncillos. Con un tonito pedante que me exasperó lo suficiente me dice: “Quién puede comprarse esos boxers, no se me ocurre nada menos erótico”.

Me dejó de gustar caminar. Empezó a hacer calor y la humedad subió de cero a cien antes de que termine de decir “erótico”. La noche se tornó asfixiante. Seguimos caminando las seis o siete cuadras que quedaban, creo, no podía contarlas. Tenía puestos unos muy parecidos. Azules en lugar de verdes. Con sapos en lugar de perros. Y mientras tanto el sudor.

Deje por completo de prestarle atención a la conversación de ascensor. ¿Qué era lo que no le gustaba de mis calzoncillos? ¿Qué eran cómodos? ¿Qué no desteñían? ¿Qué hacen que un cuerpo como el mío no se vea tan ridículo como se vería en un boxer de algodón? (ni hablar de un slip).

A metros de su puerta ya había tomado una decisión. Este era yo, y uso boxer, y no me importa lo que opine nadie. Me pregunta si quiero subir. Le contesto que mañana me tengo que levantar muy temprano. Nos despedimos con un beso en la mejilla.

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