martes, 23 de febrero de 2010

REHAB PARA UNA CAMA

Me levanté temprano. No me despierto porque jamás me dormí. Hace meses dejé de dormir. Lo hago en periodos cortos, cada tanto y nunca de noche. Quiero dormir de noche. Quiero dormir 8 horas sin despertarme. Quiero reconciliarme con mi cama. Por eso hoy me levanté temprano y no pienso acercarme a ella en todo el día por mucho que lo desee.

Voy a estar despierto. Voy a comer en la mesa. Voy a mirar tele en mi sillón plegable. Voy a usar la computadora en el mármol de la cocina. Voy a fumar en el balcón. Y voy a pensar en el baño, con la puerta cerrada, mientras me asfixio y se me ponen los ojos vidriosos por el olor a mierda que emana de la rejilla.

Ella lo merece. Porque es grande. Porque es cómoda. Necesita desintoxicarse.

Abrí todas las ventanas de la casa. Junté toda la ropa sucia a su alrededor y guardé todas mis zapatillas en el armario. La desnudé. Saqué el colchón al balcón y barrí. Y limpié el piso. Y la vestí elegante. Prendí una vela aromática que R. había dejado una vez que le presté el departamento y bajé la persiana hasta la mitad, para que no le de tanto el sol. Me quedé apoyado al marco de la puerta del dormitorio mirándola por horas.

Cuando el sol bajó fui a la cocina y me prepare una ensalada. Mientras, chequeaba los mails desde mi portátil apoyado en la barra americana. Después cené en la mesa. Después fumé un cigarrillo en el balcón. Después me di una ducha. Después me acosté. Y apagué la vela. Y mojé el pabilo con saliva, por las dudas.

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