jueves, 25 de febrero de 2010

HORARIO EGOISTA

Me suena el celular a las 8 de la mañana. Estaba despierto, de no haberlo estado igual me hubiese despertado. Perdí hace años el sueño pesado y a lo que vengo padeciendo los últimos meses no se lo puede llamar dormir.

Sabía que R. me iba a volver a llamar, aunque luego de mi negativa a subir a su departamento días atrás, no imagine que sería tan pronto. Mensaje de texto. Propuesta de hacer algo a la noche.

Normalmente a esta hora yo estaría durmiendo. R. lo sabe. ¿Por qué manda un texto a las 8 de la mañana? Un programa a la noche en el segundo día de llevar a cabo mi plan de reorganización de sueño sería contraproducente. Necesito acostarme temprano. Respondo a su texto proponiendo el horario de las 19 horas.

Podría haber esperado a su horario de almuerzo y mandarme el mensaje a esa hora en lugar de mandarme el mensaje a las 8 y despertarme. No lo hizo. Pero no lo sabe. El nuevo mensaje aclara que su horario de salida es a las 18 horas.

Si propuse las 19 horas, ¿Por qué tiene que proponer las 18? Estoy libre. Pero no lo sabe. Mi segundo texto reivindica el horario de las 19. Es muy posible que me quede más cómodo el otro horario. Pero no se lo voy a decir.

El último mensaje que me va a mandar reza que me espera a las 18 en la esquina de su trabajo. Son las 8 y media. Ya apagó el celular y no lo va a prender hasta el horario de almuerzo. Me indigno. Respondo dos letras: OK.

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