miércoles, 28 de abril de 2010

COMO DEJE DE FUMAR

Usé lágrimas para disolver el cubo que convertiría una porción de fideos en una porción de fideos al pesto. Última porción de fideos en ese paquete. Última porción de alimento en mi alacena. Porque la idea de alimentarme de cubos de sabor artificial deshidratado resultaba absurda. Y fuera de eso y té verde no había otra cosa en la alacena.

No tenía comida. No tenía dinero para comprar comida. No tenía trabajo para conseguir dinero.

Atravesaba la etapa en la que una persona normal decide vender su cuerpo para llevar el pan para su mesa. Idea abandonada en el preciso instante que pasé frente al espejo y deduje que era imposible comprar pan con los beneficios que pudiese dar mi cuerpo.

No quedaba anuncio por aplicar. No quedaba área de trabajo por explorar. Era un hecho que el mercado laboral me había decretado como 100% inútil. Y no va a pasar mucho tiempo para que yo también lo crea.

Era la primera vez en muchos años que necesitaba fumar un cigarrillo. Porque siempre fume por gusto. Siempre prendí el cigarro clave en el momento oportuno. Y rara vez por nervios o ansiedad. Porque no tengo personalidad adictiva. Y para una persona con mi suerte, es una suerte.

Comprar cigarrillos había quedado indefectiblemente fuera de tablero. Llegué a pensar en reclamarle a mi vecina el tabaco que le había convidado dos años atrás cuando me mudé a este piso. Revolví la casa sin éxito en búsqueda de un cartel que dijese “fúmese en caso de extrema necesidad”.

Y una idea absurda dejó de serlo. Vacié dos saquitos e improvisé con servilletas de papel un cigarrillo. Realmente iba a hacerlo. Lo encendí. Y pité. Y fumé el té verde. Y tosí. Y me reí mucho. Creo que acabo de convertirme en un ex fumador.


No hay comentarios:

Publicar un comentario