jueves, 8 de abril de 2010

¡NO TE METAS CON MI ORGULLO!

Se me ocurren pocos contextos peores que las 19hs de un domingo plomizo. Una tarde compartida con una pareja de recién casados, un televisor de plasma de 42’’ y un dvd con más fotos de luna de miel de las que cualquier ser humano coherente podría suportar, es peor.

Si pudiese rediseñar mi cuerpo, colocaría en mi cerebro un fusible que interrumpa, en el momento indicado y de manera automática, la provisión de energía a mis cuerdas vocales dejándome completamente mudo cuando así lo necesite. Pero hablé.

Lo malo de las personas y sus fotos es que no sólo creen que nos interesa verlas sino que además se sienten brutalmente ofendidas cuando expresamos algún mínimo vestigio de descontento. Y yo además, hablé.

Dentro de un complejo caribeño los paisajes son bastante invariables. La gente debería saber que en un sitio como ese, no son necesarias más de diez fotos. Ellos desafiaban la lógica, y la cantidad de fotos en el disco que giraba dentro del reproductor parecía crecer exponencialmente. Y yo podría haberme dormido con los ojos abiertos. En cambio, hablé.

Realmente me interesaba la respuesta. No comprendía lo que veía en las fotos. Y pregunté por qué. ¿Por qué una pareja gay debía pasar su luna de miel en un complejo gay en el medio del caribe rodeado de otras parejas gay? Pagando además un excesivo sobreprecio.

Me miraron con los ojos inyectados en sangre. Mis dos amigos comenzaron a multiplicarse hasta convertirse en un ejército de homosexuales iracundos a los que sólo les importaba arrancarme la cabeza.

La respuesta fue un cliché vomitivo y empalagoso. ¡Porqué estamos orgullosos!

Yo estoy orgulloso de tener treinta años y seguir dándole la ropa sucia a mi madre para que me la lave. Y no me interesa si los que están a mí alrededor también lo hacen. Y trato de juntarme con gente a la que no le importe si yo lo hago.

Lo bueno fue que uno de los dos apretó el stop. Y no vimos una sola foto más.

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