sábado, 27 de marzo de 2010

BUSCO NARICES ROJAS PARA PAYASOS QUE ME DAN RISA

Nunca supe fingir cariño. Fingí respeto, alegría, llanto, miedo, orgasmos. Cariño me resultó siempre imposible. Nunca podría compartir una carcajada sincera con alguien que no encaja dentro de mis estándares de valores. Y que por lo tanto no quiero.

Lo primero que haría si un edificio se cae es averiguar porqué se cayó. No un culpable. La causa que podría hacer caer también el edificio de al lado. Y el que está junto a éste.

Entonces: ¿Cómo fue que quienes estaban hasta ayer compartiendo carcajadas hoy están mordiéndose unos a otros y arrancándose las uñas y la piel? Tuve que empezar a correr al verlos con sus ojos inyectados en sangre sentir mi presencia y saltar tras de mí. A comerse mis tripas. A arrancar mis uñas. A sacarme la piel.

Me alcanzaron. Intentaron morderme pero mi panza era de hule, y no se rasgaba. Mis uñas no se separaban de mis dedos. Mi piel era tan aceitosa que resbalaba entre los numerosos pares de garras que intentaban hacerme parte de su lucha.

Me preguntaron como logre inmunidad a sus ataques. Sólo necesité mirarlos. Verlos que aún desangrándose y con las tripas salidas y arrastradas por el suelo eran incapaces de dejar de hacer lo que yo jamás había podido me daba risa. Me desarmaba de risa de ellos. De su incapacidad de intentar averiguar porqué se están comiendo unos a otros.

Eran payasos a los que se les habían terminado los problemas para tapar sus problemas y se comportaban como infantes. Además, ¿Cómo habría de tenerle miedo a una bestia que sin un ojo, con sus patas mutiladas, sus dientes partidos y sus tripas arrastradas pretende hacerme creer que es capaz de hacerme daño?


No hay comentarios:

Publicar un comentario