jueves, 18 de marzo de 2010

¿NOS ENAMORAMOS POR SER BIPEDOS?

Gran parte del público que llenaba la sala rió. En el contexto del monólogo que estaba interpretando la bailarina chilena que se hacía llamar Isidora Zegers, esa pregunta resultaba realmente graciosa. Yo también reí. Ella había encaminado su idea hacia lo sexual. Pero de forma inteligente. Y desgraciada. Coger siendo un cuadrúpedo versus coger siendo una persona.

Mi cerebro redobló la apuesta y me puse a pensar en algo más profundo. Porque nunca me gusto intelectualizar el polvo. Y pensé en R. En nuestra relación enfermiza. En que necesitaba decirle de una vez todo lo que a mi me pasaba. Que no me resultaba práctico el dar sin recibir. Que sin darme cuenta, había generado un importante déficit emocional que amenazaba con llevarme a una quiebra permanente.

Al igual que la intérprete puse sobre la mesa a las personas y a los animales. Y envidié su capacidad de no poder hablar. Lo que muchas personas valoran como la gran diferencia que nos hace mejores, para mí era una cruz. Envidiaba la capacidad de los animales de solucionar sus problemas con gruñidos, arañazos o mordidas. Incluso el llegar a terminar con su oponente y poder seguir caminando sin la mirada juzgante del resto de la manada.

Me trajo de vuelta al mundo una carcajada de la platea. Lamenté mucho haberme perdido la mitad del monólogo de la chilena. Lo último que dijo frente al micrófono fue que se había cansado de hablar, y que iba a ponerse a bailar. Rocky racoon, de Los Beatles. Y eso hizo. Y era sensual. Y yo ya no pensaba en R. Ni en dos leones sacándose las tripas. Pensaba en como podía una mujer bailar tan bien. Con esas tetas enormes. Tan desproporcionadas respecto a su cuerpo.


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