miércoles, 31 de marzo de 2010

EL TROFEO DE UNA GUERRA QUE YA NO ME INTERESABA GANAR

En un movimiento magistral me guardé en el bolsillo su atado vacío de cigarrillos. Porque estaba abandonado sobre la mesa. Y lo guardé como el mayor de mis trofeos. Recordaría por siempre mi cena con ella. Ella que no come carne. No come carne. ¿Cómo puede una mujer no comer carne?

No conozco hombre o mujer que no la deseara. Yo seguía perplejo. Porque había descubierto su más oscuro secreto. Cada tanto tocaba el bolsillo de mi saco para confirmar que aún tenía la cajita vacía de cigarrillos. Que iría a mostrar a todo aquel que me cruzase durante el resto de mi vida. Mientras contaba la historia. Que tenía que redactar para que suene armónica y convincente.

Había caído en una profunda negación. Porque yo sabía que algo entre nosotros se había roto para siempre. Y no podía fingir que no era cierto.

Pensé en nuestros hijos. ¿Sería yo capaz de criarlos en un entorno donde se encuentre vedado todo alimento que haya tenido ojos?

Ya abrazado al inodoro del baño del salón de fiestas, volvió mi cabeza a plantearme lo sucedido. No come carne, me planteé entre vómito y vómito. Lo nuestro era imposible. Y con la caja de cigarrillos me limpié la boca. Y guardé en ella mi fantasía. Y luego la abandoné. En el baño del salón de fiestas.

1 comentario:

  1. jajajajaja... que duro debe ser!!! Una vez me enamore de un hombre que odiaba el teatro... y yo era actriz

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