martes, 16 de marzo de 2010

HABLEME DE LA RELACION CON SU MADRE

Tiene 55 años. Es licenciada en bellas artes. Lleva diez años de divorciada y cincuenta y cinco de terapia. Vive en un departamento espectacular. Con mi persona preferida.

La respeto porque me enseñó mi única virtud valorable. Está vacía. Y yo también. Porque me enseñó a vaciarme. Vomito sobre la gente con naturalidad. Y sobre mi madre. Que también vomita sobre mí. Y sobre mi persona preferida. Y gracias a eso yo podría seguir durmiendo, mejor dicho, no sumaría otra causa para mi insomnio, si se muriese mañana. O si muriese mi padre. O mi persona preferida. Porque ya les vomite encima. Y estoy vacío. Y ellos conmigo.

Es una persona francamente insoportable. Por la misma causa que un operario de producción luego de veinte años trabajando en una planta se convierte instantáneamente en ingeniero, mi madre se ha convertido en psicoanalista. O así lo cree. Y tiene la desagradable manía de querer intelectualizarlo todo.

Mi heladera está vacía. No hoy en particular. Es su estado por default. Varias veces a la semana ceno en casa de mi madre. Porque mi heladera esta vacía. Y porque en algún punto lo necesito.

Digo que tengo hambre. Me pregunta si me pasa algo. Le repito que sólo tengo hambre. Me pregunta si quiero charlarlo. Reitero mi situación: hambre. Lo acepta, no sin antes decirme que tanto ella como mi padre están y van a estar siempre dispuestos a charlar siempre que yo lo necesite. Y a mi me entran ganas de empujarla por el hueco del ascensor. Pero recuerdo que es quien me enseño a ser libre. Y se me pasa.


No hay comentarios:

Publicar un comentario