martes, 30 de marzo de 2010

NUNCA CONFIES EN UNA MUJER QUE NO COME CARNE

Todo desierto tiene un oasis. Mis principios se doblegan ante un buen asado. Asado que si bien luego terminé vomitando en el propio salón, fue mi ambrosía.

No logré identificar cual es el peor momento dentro de los que se suceden en un casamiento. Buscar mi mesa y conocer aquellos con quienes compartiré las próximas horas de mi vida está definitivamente en la lista. La encontré y me senté. Conocía a quien ocupaba el asiento frente a mí. No así a su novia. A nadie más. Y sólo faltaban dos ocupantes. Que comerían de los dos platos contiguos al mío.

No podía creer que una de mis más grandes fantasías se había sentado a mi lado. Era mejor de lo que la había soñado. Tenía un vestido verde no lo suficientemente corto. No lo suficientemente escotado. Pero mostraba la espalda. Toda. Con un bronceado perfecto. Sin marcas. Porque de seguro toma sol en tetas. Porque es perfecta. Como su bronceado. Y su pelazo castaño y lleno de vida.

Se sentó y saludo a todos. A su lado se sentó un hombre. Un hombre que no era el que las revistas mostraban como su hombre. Y se aislaron en su mundo. Y ella se sirvió ensalada.

Una por una fueron desfilando las diferentes achuras. Ella no se sirvió de ninguna. Supuse que no querría comer morcilla en público. Supuse que se cuidaba de las grasas.

Luego que desfilasen frente a sus ojos, también sin ser atacados, todos los posibles cortes de carne, desconfié. Ella susurró al hombre que la acompañaba y éste se levantó. Quería preguntarle porqué no probaba la carne. Quería preguntarle quien era el hombre que la acompañaba. Quería que me diga si al menos consideraría tener hijos conmigo. No pude. Ella dio el primer paso en la conversación. Pidió la sal. Se la acerqué en silencio. Y dijo gracias.

Cuando su acompañante le trajo una empanada de humita su cara expresó instantáneamente un grosso descontento. Sin quererlo levantó la voz para hacer pública ante la mesa su indignación ante la falta de una alternativa vegetariana. Y mi corazón se detuvo. Y ella y su acompañante habrían abandonado la fiesta antes del postre.

1 comentario:

  1. Por cuestiones que no vienen al caso, asisto asiduamente a casamientos. Tras largo comentar con amigos, encontramos una regla que es increíblemente cierta. "Siempre la mejor minita tiene puesto un vestido verde". Entiendo quien se te sentó al lado. Aborrezco su paladar.

    Salú!
    Nico.

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