martes, 9 de marzo de 2010

NO DEBERIAS DISFRAZARTE

Mi profesor de recursos humanos sostiene que a una entrevista de trabajo se debe concurrir con ropa cómoda, siempre respetando la moral y las buenas costumbres. Eso descartaba simultáneamente el traje y mis pijamas.

Un jean y una remera me resultaron demasiado cómodos. Cambié las zapatillas por zapatos náuticos. Seguía cómodo. Cambié la remera por una chomba de piqué negra que realmente no se como llegó a mi armario. Me vi. Me odié. Deseaba golpearme. Deseaba tocarle timbre al vecino para que me ayude a golpearme.

De repente el traje volvía a estar sobre la mesa. Sobre mi cama. La camisa se desabotonaba sola y el cinturón se iba enhebrando como una culebra en el pantalón negro con alto contenido de nylon.

Me resultan extremadamente desquiciantes las situaciones donde me toca elegir entre dos malas alternativas. Entre dos cosas que jamás elegiría. Entre dos cosas que me hacen daño. ¿Cuál me hacía peor? Mis opciones: Ser un rugbier o ser un mozo de bar de Terminal de micros.

Salí de mi casa con el pantalón negro, la camisa blanca, y muchas ganas de suicidarme. Caminé rápido porque se hacía tarde. Y yo no tomo transporte público.

Llegué empapado en sudor. Mientras le daba mis datos a la recepcionista no podía pensar en otra cosa que mi futura neumonía producto de los cuarenta grados de diferencia entre la calle y ese lugar. Con una sonrisa me invita a sentarme junto a los demás postulantes.

Lo logré. Estaba ahí. Era oficialmente uno de los postulantes. El único con disfraz. No había ningún mozo. No había ningún rugbier. Sólo gente cómoda.


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