miércoles, 17 de marzo de 2010

ESCALERA DE INFERENCIA

“A vos seguro te interesa porque te encanta cocinar”. Dijo eso en el medio de un monólogo al que no le estaba prestando la más mínima atención. Hay gente que nunca va a tener algo interesante para decir. Todos pusieron sus ojos arriba mío. Esperando que exprese interés, dado que a mí me encanta cocinar. Y no me gusta.

Peter Senge habla de la escalera de inferencia para explicar como se realizan actos según nuestras creencias, conduciendo a conclusiones erróneas. Generalmente las creencias se auto generan y no se cuestionan. Adoptamos esas creencias porque se basan en conclusiones, las cuales se infieren de lo que observamos, y de nuestra experiencia del pasado.

Siempre lo interpreté como la sabia afirmación de que la gente habla porque tiene boca. Y porque no te cobran por hacerlo. Ese ser humano afirmó que a mi me gusta cocinar. Más aún, afirmó que me encanta. La novia de un chico de barba que desde que llegó tuvo cara de querer irse, seguro se iría pensando que en mi biblioteca abundan libros de cocina de autor. Y que los domingos me indigesto con programas de cocina en la tv por cable. Y no tengo cable. Ni televisor.

Un pelado que se estaba yendo respondiendo al llamado de quién creo era una novia celosa, seguramente le iría a comentar que conoció al sucesor de Cholly Berretiaga. Porque no iría a decirle que me perfilo como Martiniano Molina. Ni siquiera como Narda Lepes. Sino como una señora entrada en años, con un problema de foniatría y marcadas tendencias neo nazis.

Se cocinar. Me gusta. No me encanta. Comer me fascina. El hecho que mi madre nos hiciese variar durante años entre los únicos cuatro diferentes platos que era capaz de elaborar hizo que desarrolle esta habilidad. Porque cocino bien. Excelente. Y según el contexto de algunas conversaciones, trato de infiltrarlo. Porque me hace parecer más interesante.


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